Noviembre Dulce

Practicando el Amor. Practicando, trascendiendo mi «aquí y ahora», escribí hoy esto.

Los microvisionarios de la psicología y los macrovisionarios de la sociología dicen poder clasificar el amor de diversas maneras. Yo no sé, no sé. No es quitar valor al trabajo que algunos han hecho y hacen, pero esas clasificaciones no encajan conmigo, no las siento mías, no las acepto. Ellos que se calienten la cabeza pensando en cómo quieren amar, que amen con sus propios artificios. Porque a mí me gusta explorar, me gusta ver y me encanta decidir. Pero lo que más me gusta es construirlos. Nótese que hablo en plural.

Me pregunto que pensará un posmoderno sobre cómo debe ser el amor. Bendito google y su posicionamiento, buen artículo para reflexionar: «El Amor Romántico como utopía emocional de la posmodernidad» por Coral Herrera Gómez.

«Quién bien te quiere, te quiere libre»

Así he ido creciendo. Así he ido amando. Así he creido y creo. Gracias por haberme respetado dejarme querer así, por haberos atrevido a quererme, gracias por estar a mi lado, gracias por dejarme intentar quereros así, aunque sea egoísta y no os de lo que necesitéis.

Será porque estoy en la cama. O porque las sábanas de franela calientan más mi corazón que mi piel. O quizá no sea eso y sí que mi hígado está trabajando en exceso. Anoche nos acordamos mucho de ti. Sabes que siempre brindamos hasta la cirrosis, y así seguimos. Sabes que hoy y siempre, desde un rincón del mundo «Brindo contigo». El caso es que, sea por lo que sea, hoy hablo de amor.

No creo que sea ambición quererlo todo, el imperialismo decidí no quererlo. Dicen que es necesidad creada. No es conformismo quedarme aquí. Así me gustaría. Sí, seguiremos. Yo me quedo con este amor, con el que he crecido y crezco. Construyendo castillos de arena en las nubes o barcos de nubes en el mar. Un poco de tierra, mar y aire. Un poco de todo. Es una vida de pobre, que es lo que soy y seré. Las clases medias para los macrovisionarios, yo no la quiero. La conducta humana para los microvisionarios, yo no la quiero, al menos hoy.

Yo quiero la vida, yo quiero el amor. Sea amor compasivo a la especie humana, sea amor pasional a los ideales o a la cama. Sea amor fraternal por los de mi pueblo o sea por lo que sea, incluso encaprichamiento mío, que hoy digo Sí al amor. No hace falta que le incluya mi adjetivo favorito. Porque para mí eso es el amor. Ese «tipo de Amor» que más cuesta educar y en el que más cuesta domesticar. ¿Como sería el mundo si se pudiera considerar a ese amor del que hablo en mayúscula?. Es complicado domesticar a no ser domesticados.

Este inicio de noviembre, ha sido de aniversarios.  La primera vez que oí de tí fué el día de tu muerte. Me dejé domesticar en leerte y quererte. Me domesticó un magister que fué domesticado con tu palabra. Así sea.

Quizá tú seas el no culpable de esto porque tú nos quisiste libres. Te quisiste tanto, que nos querías a todos libres.

Libre te quiero

Libre te quiero,
como arroyo que brinca
de peña en peña.
Pero no mía.
Grande te quiero,
como monte preñado
de primavera.
Pero no mía.
Buena te quiero,
como pan que no sabe
su masa buena.
Pero no mía.
Alta te quiero,
como chopo que en el cielo
se despereza.
Pero no mía.
Blanca te quiero,
como flor de azahares
sobre la tierra.
Pero no mía.
Pero no mía
ni de Dios ni de nadie
ni tuya siquiera.
Agustín García Calvo.
Así sea.